viernes, 31 de mayo de 2013

REVOLUCIÓN PACIFICA

Me considero una pacifista y no solo por que busco la paz y la armonía, lo que no significa que sea una especie de monje zen, pero si condeno la violencia venga de donde venga. 
Las armas y la violencia solo engendran más violencia y de muy mala forma ensucian todo principio que se quiera expresar. 
Para entender un poco más la idea de la revolución pacifica  voy a explicarles un poco sobre el pacifismo, que es el conjunto de doctrinas encaminadas a mantener la paz entre las naciones. Se opone a la guerra y a otras formas de violencia a través de un movimiento político, religioso, o como una ideología específica. Algunos de los medios de los que se vale el pacifismo en la búsqueda de sus fines son: La no violencia activa, la diplomacia, la desobediencia civil, el boicot, la objeción de conciencia, las campañas de divulgación y la educación por la paz.
Los impulsos al pacifismo más fuertes e importantes fueron durante el siglo XX con algunos defensores, como Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Óscar Romero. Donde además de escribir sobre el pacifismo, lo llevaron a la práctica llegando a influir con su método en otras luchas sociales que se daban en el mundo. 
Como ya lo he expuesto con ejemplos el pacifismo sirve, hace cambios, logra metas, cambia el mundo. 
En los tiempos actuales todos hablan de  revolución, ¿les cuento un secreto?, todos deseamos cambiar el mundo, pero la evolución no tiene por que implicar destrucción. 
Me duele ver como los ideales de justicia e igualdad se tiñen de sangre con violencia innecesaria…. ¿Qué sacan con hacernos pelear con un Carabinero que al final es solo un funcionario?, un peón en esta casi guerra civil desatada por el Gobierno Opresivo y Negligente, quien fuera de ese uniforme es un ciudadano que no gana más de 200 lucas, tiene que alimentar a su familia y tampoco tiene educación gratuita y de calidad. 
Señores, nos están haciendo pelear con nuestros hermanos, vecinos, amigos. Haciendo correr sangre por sangre que solo tiñe de amargura y resentimiento las calles de nuestro País. 
¿Cual es el mensaje entonces?  ¡¡Revolución Pacifica Señores!!  No se burle pensando que pelearemos con flores y abrazos. Pelearemos con ideas y argumentos, pelearemos dando el ejemplo, demostrando que con la violencia nada se consigue. 
¿Que pasaría si todos nos acostáramos en la Alameda sin movernos, sin agresiones, sin tratos vejatorios, solo el acto silencioso?
No podrían movernos, no tendrían argumentos para golpearnos, no podrían hacer nada más que ver como paralizamos el tránsito. 
Ojo, no estoy llamando a paralizar, es solo un ejemplo de cómo se puede protestar pacíficamente. 
Las ideas tienen poder, la ejecución debe ser limpia. Acepto que al principio se recibiría violencia gratuita, pero el  resultado sería hermoso. Luchar por los ideales sin agredir, sin derramar sangre, sin hacer daños a terceros.
Las protestas pacificas han cambiado al mundo, derribaron un muro. Les contaré de la protesta de Leipzig en Octubre de 1989,  fue fundamental en la caída del Muro…. 
9 de octubre de 1989,  miles de habitantes se preparaban para protestar contra la represión, la falta de libertades, la imposibilidad de viajar y el estancamiento económico de la República Democrática Alemana (RDA). En esa lucha del pueblo contra el gobierno, cualquier cosa podía pasar. 
Pero lo ocurrido en esa noche de otoño superó cualquier predicción. Armadas sólo con velas y pancartas que rezaban “¡Somos el pueblo!” y “¡No a la violencia!”, 70.000 personas recorrieron el círculo vial que le da la vuelta al centro y consumaron la mayor protesta en la RDA desde los años 50. 
Una de las acusaciones más frecuentes que recaen sobre quienes defendemos el pacifismo revolucionario por razones espirituales, filosóficas, ecológicas o de cualquier otro tipo, es la que hace referencia a la lentitud del proceso, como si miles de años de opresiones de diferentes tipos sin que haya triunfado una verdadera revolución no fueran suficientes para mostrar la debilidad de tal argumento. 
La palabra “revolución”, invita a la acción para alcanzar mundos mejores y al sacrificio por verlos realizados; mundos donde la villanía, la injusticia, los abusos de poder, el egoísmo, la explotación o la esclavitud de cualquier tipo, la mentira y todas las demás lacras que conocemos o soportamos, sean eliminadas de la faz de la tierra. Pero la revolución ha sido acotada en todas partes, marcados lindes de los que no es posible salir sin sufrir las consecuencias; apropiada por minorías y expropiada a las mayorías, manipulada, relativizada, nacionalizada y desvirtuada hasta que dejó de ser sueño y se convirtió en pesadilla para los muchos y en sitial de poder para otros, los pocos. Y esta experiencia histórica pesa como una rueda de molino en el alma colectiva.
Creo sinceramente que por muchas manifestaciones que hagamos contra la guerra, si no estamos en paz en nuestro interior, estamos perdiendo el tiempo. Por mucho que gritemos a favor de los derechos de la mujer, si en casa somos unos machistas, estamos perdiendo el tiempo. Por mucho que vociferemos contra las injusticias de los ricos, si aspiramos a ser ricos o preferiríamos serlo, estamos perdiendo el tiempo. Y así podríamos seguir enumerando situaciones. La revolución ha de ser primero interior, pues el enemigo de dentro, que son nuestros defectos contrarrevolucionarios, está más cerca de nosotros que ningún otro enemigo. Y así es como será posible la revolución pacífica. No creo que a estas alturas nadie desee vivir en un país en guerra ni crea que la lucha de clases, de la que se habla tan poco como de revolución, se solucione con las armas.
La lucha actual es una lucha de ideas, es una lucha espiritual ante todo, una lucha entre principios, entre la luz y la oscuridad; entre la revolución y la contrarrevolución; entre los partidarios de cambiarse a sí mismos y los que intentan imponer los cambios desde fuera para dirigirnos a su antojo; entre los que aspiran a ser libres y los que se someten. Es preciso elegir el camino interior adecuado para recuperar nuestro poder personal. Recuperar el poder personal, insisto, es una condición previa a todo verdadero proceso revolucionario. 
Es encomiable la labor de denuncia del sistema capitalista que se hace en kaosenlared y otros medios alternativos; al igual que son encomiables las protestas de los grupos anti sistema en las cumbres de los gobiernos de los ricos, o las denuncias de los grupos de defensa de los animales, pero todo ello debe tener una continuidad, formar parte de un conjunto coordinado en una labor permanente con miembros capaces de dar ejemplo con su forma de vivir que aquello en lo que creen es posible, sí, que otro mundo es posible y que o cada uno de nosotros es su portador. 
Mientras tanto, esto que llamamos “mundo”, con todas sus construcciones humanas en todos los ámbitos, y que es nuestra obra colectiva, se está yendo a pique, como un barco corroído hasta la bodega. No es el fin del planeta, que sabe muy bien defenderse de tanto desafuero humano, pero sí de esta civilización desquiciada de la que Miguel Delibes dijo tan certeramente en su libro “Un mundo que agoniza”: Los hombres debemos convencernos de que navegamos en un mismo barco, y todo lo que no sea coordinar esfuerzos será perder el tiempo”. Y como afirma Kant, creo que “es preciso trabajar con paciencia en esa misma realización, y esperarla”.


SANTIAGO EN CONSTRUCCIÓN

Mi Santiago se reinventa y se construye a través del arte urbano, calles llenas de grafitis, artes gráficas,  colores y sabores, al son de jazz con notas folclóricas. 
Cada esquina, cada calle, cada avenida al son de una nota nueva mezclada con otra. Músicos callejeros que emanan talento desde sus poros llenan el aire con sus melodías multifacéticas, al ritmo de una guitarra, un charango, una zampoña o un violín. Bandas de Rock con amplificador y batería instalados en plaza Italia. El solitario sonido de cuerdas en la micro te acompaña en tu camino, la voz amiga que canta éxitos de ayer, hoy y siempre.
Mi santiago se levanta entre verde arquitectura, amarillas canchas y el gris de las calles. Se aleja de las ruinas de un McDonalds y  cultura chatarra para levantar arquitectura Led, forrajes verdes y autosustentables. 

Mi santiago verde nace de una cortina de humo que el viento no se quiso llevar, que la lluvia enfrió y que los pulmones de mis santiaguinos alojaron en cada emergencia y pre emergencia. 
Huyendo del hollín y el asfalto, los deportistas corren y montan sus bicicletas  para recorrer la fachada del Museo de Bellas Artes, hacia el mítico Parque Forestal en busca de un sano pasar. 

El San Cristóbal los cobija en sus paseos matutinos, nocturnos y domingueros, con sus verdes brazos y profundas raíces, y en lo más hondo de sus entrañas los gritos ahogados de una cárcel de animales condenados a ser expuestos sin un juicio justo,  nacidos inocentes para ser exhibidos a una morbosa sociedad. 

Mi santiago es arte, es cultura. No es Chile, pero es mi ciudad, preciosa y pintoresca, con recovecos del tiempo de Martín Rivas y espacios urbanos de patinetas y cabellos multicolores.  
Nada que envidiar a las calles neoyorkinas ni a las parisinas. Ella tiene lo suyo, con una estación que hoy no alberga trenes pero fue diseñada por el mismo Eiffel, con un río que corre a su lado y que nace por el sector más alto, con aguas que llevan historia, almas y vida. 
La Catedral se levanta con vitrales mágicos y collages de revistas que un día fueron algo, y hoy son los restos de una ciudad. Entre artistas, actores y pintores renace la Plaza de Armas casi como un centro cultural al aire libre. Recorramos las calles y callejuelas hasta la Alameda, que es testigo del eco de un pueblo ofendido por autoridades opulentas y narcisistas que prefieren golpear, oprimir, y sentenciar antes que escuchar. 

Llegamos hasta La Moneda, blanca solo en fachada, pues las sucias manchas de la corrupción que sin importar el color político  me hacen recordar a Violeta Parra: “Muchos van con Ropas Blancas y Dios me libre por dentro”. 

Me pierdo por el paseo Bulnes hacia el Barrio Universitario, con alegría multicolor de estudiante, y con gente de alma tipográfica con grabados de colores en la piel, usando nombres que se inventaron al crearse una identidad. 
Mi santiago renace de las cenizas de un Golpe, una Dictadura, una lucha, una “Democracia” atenuada por la vulnerabilidad de no poder elegir sobre tu cuerpo, no poder contraer matrimonio con alguien de tu mismo sexo, Santiago, mi Santiago.

Aun así, Santiago es arte, búsqueda de Justicia y Libertad. Sediento de Igualdad, luchador de los derechos, dividido por una plaza y un río, testigo de sangre e injusticias. 
 Mi Santiago se construye entre tu historia y la mía.


Abortar o no abortar…. ¿derecho o moral?

Advertencia: esta columna no está escrita para gente sensible. Si usted lo es, por favor deje de leer.
¡No diga que no se lo advertí!! 
¿Qué haces cuando ves a una niña de 11 años, llegar a la Urgencia desangrándose con el útero destrozado?
¿Qué piensas cuando descubres que ella misma se lo destrozó con unos palillos de tejer en su desesperada acción por no querer tener un bebé?
¿Que pasa por tu cabeza si te digo que esa niña, si sobrevive, será juzgada? 
Soy mamá de dos hermosos hijos, mis tesoros de 2 y 7 años, las luces de mis ojos.
Desde que tengo 3 años lo único que quería en el mundo era ser mamá y mi sueño se realizó no una, sino dos veces. Para mí,  la maternidad es una de las cosas más preciadas en la vida y por lo mismo creo que debiera ser una decisión, no una imposición. 
Y como mujer tengo claro algo: NO todas las mujeres tienen la vocación de ser madres, y NO todos los tiempos son apropiados para la maternidad.  Eso no significa que sean malas o antinaturales. Como les digo, es una vocación. 
Cuidar un hijo es algo de toda la vida, una responsabilidad mucho mayor a lo que se pueda dimensionar. Nadie te enseña a ser padre. Es difícil, y muchas veces requiere de sacrificios y costos emocionales que solo cuando son una decisión puedes aceptarlos con una sonrisa.
Aclaro todo esto para que se entienda mi posición: soy PRO ABORTO.  Sí, leyó bien, PRO ABORTO. Estoy a favor de legislar y dar esa opción a otras mujeres. 
Mi posición no tiene nada que ver con la ética o la moral, aunque pueda sonar contradictorio. Es solo sentido común.  Primero, necesito dejar en claro que en Chile las niñas ABORTAN. Sí, nuevamente leyó bien: existe el aborto y las consecuencias de ello dependerán de las lucas que se puedan invertir.
Una niña bien  puede llegar a tener hasta 5 “apendicitis”  en el año y sin mayores consecuencias que gastar lucas de más.
Y una niña de clase media o baja, que no tenga dinero ¿qué hará? Eso dependerá del nivel de desesperación. Algunas se automutilan tratando de abortar, lo que significa lesiones permanentes, riesgos vitales, traumas sicológicos y problemas con la justicia.
¿No sería mejor que existiera la opción? 
¿Que pasa con los bebés acéfalos o con deformidades que se sabe de antemano NO sobrevivirán? ¿Es correcto obligar a una mujer a cargar con un bebé condenado a la muerte por 40 semanas, cuando a las 12 semanas estas graves deformaciones son evidentes? 
No por que sea legal TODAS las mujeres van a abortar, pero legislar permitirá a muchas mujeres mejorar su calidad de vida, ya sea que el embarazo sea resultado de una violación, un abuso o contra su voluntad. 
¿Que pasa con las adolescentes o mujeres que se sientan incapaces de cuidar a un bebé?
Una opción buena es la adopción, pero en Chile es un tema casi tabú, ya que son muy pocas las parejas que logran adoptar.
Si se transparentaran las leyes de adopción y se abrieran a mujeres solteras y parejas homosexuales, podríamos sacar a muchos pequeños de las calles, pero seamos sinceros, aún no somos capaces de hablar de matrimonio igualitario, mucho menos de adopción en parejas homosexuales. La verdad creo que el futuro de los pequeños natos y no natos está en abrir nuestra mente y dejar a un lado los prejuicios. 
Hay que mencionar además los índices de agresión a menores. Muchos hombres y mujeres no están preparados sicológica, emocional y económicamente para ser padres,  lo que concluye en situaciones de abuso y abandono, con pobres infantes lanzados a la calle, donde se ven consumidos por las drogas y la prostitución. Abusados por sus propios padres, agredidos por una sociedad que solo se asegura que nazcan y no que crezcan felices. 
Legislar es la clave para un desarrollo único de la familia.  La maternidad debe ser una opción y no una obligación, para asegurar un futuro feliz a nuestros pequeños. 
Preocupémonos más por los que ya nacieron, démosle un mejor futuro.
Legislemos, demos opciones, dejemos el debate ético para cada uno. Si no considera el aborto una opción NO ABORTE y listo, pero no cerremos las opciones para las que sí consideran hacerlo. 
Ser padres es una responsabilidad para toda la vida; responsabilidad que se debe tomar a conciencia. Debe haber opciones, mayor educación sobre anticoncepción. No sacamos nada repartiendo condones y gastando en pastillas si no les enseñamos como usarlas. La mayoría de los chicos inflarán los condones y jugarán con ellos, dinero desperdiciado. No todas las chicas que toman la píldora saben las contraindicaciones o la forma de tomarla. 
Legislar sobre el aborto sin un apellido es tarea del Estado, y debiera ser un derecho para cada mujer. Los alcances éticos y morales debemos tratarlos en conciencia y de forma personal, y sobre todo no condenar a las mujeres por tomar una u otra medida. Nadie es quien para juzgar al otro.

YO ABSURDA

Confieso mi locura



Soy una mujer que peso 70 kilos y mide 1,68, pero aunque no lo crean soy  feliz. Me siento sexy, me siento linda y me siento amada… aunque no siempre fue así….

Durante 4 años de mi vida, viví un infierno llamado anorexia, estaba enferma, no comía y todos los días me preguntaba hasta cuando, cuánto tiempo más podría resistirlo.

Mi absurda vivencia comenzó cuando entré a trabajar a una institución machista, rodeada de compañeras que no me ayudaban mucho, ya que todas se dedicaban a tirarse mierda entre sí, cada cual más narcisista que la otra.

¿Mi situación? Recién había dado a luz a mi hijo mayor… y yo, que siempre había sido flaca, pesaba ahora 112 kilo. Terminando mi carrera de noche donde  los últimos años de Ingeniería química no son fáciles, además era mamá soltera, sin pololo, sin pareja y sin un papá para mi guagua, lo que me hizo el blanco perfecto para las burlas.

Yo, que siempre he sido una cabrona perfeccionista, traté de devolverle el control a mi vida. Porque ojo, ANA no se trata solo de verse delgada, es mucho más profundo, se trata de perfección y control… cuando toda tu vida pierde el norte, solo te queda controlar tu cuerpo y así fue como comencé a adelgazar, dejando de comer. Y no es que no tuviera hambre, al contrario, me moría por comer…

 Me debilitaba, pero el hambre eterna era el castigo perfecto a mis frustraciones, el dolor físico era la perfecta distracción a mis carencias espirituales, lo sé, es enfermizo, pero en ese momento era perfecto.

Contenía el llanto por las pesadeces de mis compañeras, en especial de una que cada vez que discutía con alguien, se iba a mi puesto a tirarme mierda gratuitamente.

Mientras más delgada estaba, mejor comenzaron a tratarme…. Pero mis sentimientos hacia mí misma comenzaron a cambiar: deje de quererme -tanto así que llegué a pensar que nadie podía hacerlo- Me aislé, deje de salir -era complicado explicar por qué no podía comer con ellos-  deje de hacer vida familiar y siempre inventaba una excusa para no sentarme a la mesa los domingos con mis papás.

Me miraba al espejo y me encontraba  bien… pero no me convencía… aun me faltaba bajar para estar en mi peso ideal -según yo obviamente-  me cambiaba el color del pelo, lo cortaba seguido…  buscaba algo en mi apariencia que no encontraba en mi interior. Tanta era mi inseguridad, que no me atrevía a mostrarme frente a varón alguno, yo no era perfecta, por lo tanto era imposible que le gustara a alguien.

Mi humor cambió, siempre estaba enojada, mal humorada, paranoica.

Todos querían herirme según yo, no confiaba en nadie… hasta que me quedé completamente  sola.

Pasé dos años comiendo una manzana de desayuno cada dos días para no morir… a veces sucumbía ante un chocolate y revisaba la pesa creyendo que subiría de peso.

Si le echaba azúcar al café, sentía una culpa inmensa… y siempre era la misma duda… ¿hasta cuándo? ¿Cómo acabaría esto?

Una mañana de abril recibí un extraño correo electrónico, del papá de mi primer pololo, Rubén, con quien habíamos terminado hace años, pero éramos amigos.

En el correo me pedía comunicarme con él, llamé a don Miguel y me dio la noticia más triste que he recibido en mi vida, mi Rubén había muerto, se había suicidado. No recuerdo haber gritado por teléfono, ni siquiera recuerdo lo que dije, pero sí la voz al otro lado del auricular pidiendo que me calmara. No sé cómo salí de la oficina y corrí por el paseo Bulnes, lloré y lloré, fumé y fumé.

Aquel día cambió mi vida, estaba enojada y triste, sentía que nos habíamos separado por que juntos no éramos felices y ahora no estaba.

Ese día decidí vivir, ese día me juré a mí misma mejorar y ser feliz… por los dos. Pensé en mi hijo Pablo y en como sufriría si yo muriera. No, yo no iba a provocar ese dolor tan intenso que estaba sufriendo…

Mejoré después de un año, subí de peso y me cambié de trabajo, no sin antes perdonar y sobre todo perdonarme por los últimos cuatro años de mi vida. Me redescubrí, me inventé, me armé de la nada y aprendí a quererme y a aceptarme TAL CUAL SOY, con mis miles de defectos, con mis maravillosas virtudes, con mi cuerpo, con mi historia y sin renegar del pasado que me enseñó a vivir mi presente. Me hice el amor a mí misma día a día hasta sanar mis heridas. Pedí perdón a mi hijo por mi egoísmo y entendí lo bien que le hacía a él verme feliz.  Descubrí el placer de simplemente vivir.

Luego apareció mi compañero de vida, que me ama con locura…. Y antes de que él pudiera amarme, me amó la persona más importante, yo misma.

Esta es mi absurda confesión…. ¿Estoy loca? Tal vez, pero soy una loca FELIZ!